Desde la teoría, centrar la transformación económico-política en las comunidades de campesinos pobres y de precaristas urbanos, es trabajo inútil porque no afecta la acumulación capitalista sino le resuelve al estado las obligaciones que nunca cumplió. Dice el economista Alfredo Velarde que es como voltearse para el otro lado para no ver al poder. De ser así, decenas de organizaciones ubicables entre lo social y la economía política, tendrían que ser descalificadas por reformistas y vendedoras de ilusiones entre sus pobres afiliados. El EZLN habría llegado, sobre estas bases, a un punto crítico concretado en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Describe esta el salto peligroso y consciente más allá del trabajo comunitario que habría que concretar para superar descalificaciones gratuitas y abstractas.
Basta una asomada superficial al nuevo orden en el territorio zapatista, para llenarse de asombro por todo lo construido. En apariencia, los constructores son mestizos llegados desde las universidades, los institutos y las organizaciones eclesiásticas, para integrarse al EZLN y luego a Los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno. De aquí una primera señal: las solidaridades han ido mucho más allá de las movilizaciones contestatarias y festivas. Callados y elusivos, numerosos activistas han construido asombrosas instituciones de todo tipo, menos militar. Entre ellos, jóvenes zapatistas prueban a diario sus capacidades...