El poblado de Zacacuautla ya tiene una hablante en lengua náhuatl.
El sábado 23 de noviembre en Tulancingo, estado de Hidalgo, se entregaron constancias a una nueva generación de hablantes en lengua
náhuatl. Filiberta Nevado Templos, Fili,
fue una de las convocadas junto con niños(as) y jóvenes de esta región hidalguense
que también se expresan en tepehua y otomí. Dicha Constancia no es como algunos
certificados de licenciatura, maestría o doctorado que por unos pesos se
adquieren en Santo Domingo; es una Constancia ganada a pulso en el diario
bregar por entender los mecanismos, los fonemas, la grafía de la lengua
dominante en el México antiguo y que hoy, al lado de estos nuevos hablantes, un
grupo de poetas, narradores, ensayistas, crean una novedosa literatura y
expresan deseos, afanes y esperanzas en
náhuatl.
En una ceremonia por demás emotiva,
el profesor Jacinto Cruz H., Director estatal de lenguas indígenas, reconoció
el esfuerzo de esta mayoría de jóvenes en su labor de promoción de la lengua
mexica que, al lado de las familias lingüísticas ñahñú y
tepehua, se hablan en la zona hidalguense. Reconoció que la enseñanza de
esta lengua es una labor compleja por la
diversidad de variantes lingüísticas que dificulta el entendimiento con
Huejutla, Sierra Alta, Acaxochitlán, por dar nos ejemplos; el propio ñahñú de
la zona tiene cuatro variantes. Ello también es una muestra de la enorme
riqueza cultural y lingüística de Hidalgo. Por desgracia, señaló, no se logra unificar a los diversos grupos
lingüísticos, lo cual propiciaría la
unificación de las lenguas náhuatl y del ñahñú. En esta región
náhuatl-otomí-tepehua, señaló, somos diversidad y coexistimos con identidades,
valores, visiones del mundo que amplían
la enorme riqueza tangible e intangible del estado.
El profesor Jacinto Cruz dijo que la
presencia de jóvenes mujeres, de niños y niñas expresa el gran amor por esta
lengua indígena. Ante la omnipresencia de la cultura occidental en nuestra
forma de actuar, pensar, hablar, nos hemos olvidado de conocer la lengua de
nuestros antepasados y también olvidamos conocer nuestras raíces. A pesar de
ello, señaló, hacemos nuestra labor en la enseñanza de las lenguas originarias;
por ejemplo, desde la ciudad de México vienen a nuestros cursos; ocho personas
de Guanajuato acuden al Valle del Mezquital al aprendizaje del ñahñú;
aproximadamente hay 1,400 alumnos en Hidalgo aprendiendo ñahñú, tepehua, náhuatl. Jacinto Cruz habló
de la certificación de estas alumnas (os) como intérpretes orales en lengua
náhuatl, sobre todo en cuestiones judiciales y en atención a individuos o
comunidades. Destacó el profesor Cruz la importancia en Hidalgo de la Ley de
Derechos y Cultura indígena que propicia la comunicación en los idiomas
nativos, ya sea de manera oral o escrita. El presidente municipal, o cualquier
autoridad, debe atender en la propia lengua del hablante y comprender que son
lenguas nacionales con similares derechos que el español.
Por su parte, el profesor Epigmenio Galindo
Cerón, titular de la enseñanza del náhuatl en la zona, se presentó en esta
lengua con “el corazón, la palabra y el pensamiento”. Señaló la importancia de
cursos en el municipio de Acaxochitlán con cuatro variantes lingüísticas del
náhuatl y cómo la esencia del idioma es fundamental en el desarrollo de nuestra
riqueza cultural. El profesor Galindo tiene un envidiable récord con 38 años
como enseñante del náhuatl. Actualmente, es perito traductor en el poder
judicial y también colabora en el DIF; ha presentado ponencias en la ONU en
lengua náhuatl; comentó que la enseñanza
de este idioma conlleva un abanico de conocimientos culturales en terrenos de
las ciencias, las matemáticas, las humanidades. Exhortó a sus alumnas: “no se
avergüencen de sus orígenes, de su lengua, de sus valores. Ustedes serán
maestros, traductores, intérpretes; hoy la gran fortaleza de México son sus
maestros”.
En el México contemporáneo con unos
cien millones de habitantes es significativo el aprendizaje de una segunda
lengua; somos un país monolingüe pues solo hablamos español y en nuestras
universidades un pequeño segmento estudiantil aprende inglés, francés, alemán,
pero no lenguas autóctonas. Esta es una enorme paradoja: en instituciones
públicas como la UNAM o la UAM debería ser una exigencia el aprendizaje del
tzeltal, del náhuatl, del tojolabal; al negar estas instituciones la enseñanza
de lenguas autóctonas entonces la labor, por ejemplo, del Grupo
Interdisciplinario de Arte, GIA, con sede en Tulancingo, cobra una importancia
fundamental pues realizan actividades propias o naturales de instituciones
público-estatales.
El caso particular de Filiberta
Nevado Templos cobra también un significado especial pues Fili ya era en
su juventud plenamente urbana pues
trabajó y tuvo un especial desarrollo en la ciudad de México como líder en la
Secretaría de Salud y se nutrió de una educación en la tradición occidental y
en un medio con cultura, valores, pensamientos, idioma, diferente a una cultura
campesina, no propiamente indígena. Fueron muchos años de Fili en una ciudad que la absorbió, la
penetró en comportamientos, modos, humores y que pudo enajenarla, como a tantos
millones, en el fárrago cotidiano, en una vida sin sentido y con mínimas
posibilidades de alcanzar cierta plenitud como ser humano. Fili quemó sus naves
y emprendió el regreso no a Ítaca sino al territorio natal, Zacacuautla
Hidalgo. Fue una decisión audaz de quien, suponemos, ya había asimilado
códigos, señales, claves para vivir y sufrir en la amada y odiada ciudad de México.
Fili, acorde a una de las tesis de la revista Estrategia, inicia un proceso de
recampesinización que la obliga, de cierta manera, a desaprender formas de
comportamiento citadinas y reaprender hábitos, costumbres y toda una cultura
campesina cuyo vínculo primordial es con la tierra, con los animales, las
cosechas de temporal, los periodos de lluvia y de sequía. Ese tránsito debe haber sido doloroso.
La apuesta de Fili no terminó con una
inserción pasiva al universo campesino. De entrada, se involucró en la defensa
de bosque y manantial de su poblado. Una
banda de talamontes destruía y destruye el maravilloso bosque que provee de frescura y
murmullos, que abriga a aves y especies
de la región y que es el sustento primordial de agua del pueblo está siendo
arrasado. Cedros blancos, milenarias meliáceas de hasta 30 metros de altura,
madera con tonos rojizos y muy aromática, son talados sin misericordia y con la
complicidad del Estado y Semarnat hidalguenses. El enfrentamiento con los bandoleros fue inevitable
y, con ello, las agresiones, las amenazas, la inseguridad, el encarcelamiento,
la vida en un hilo. La recampesinización no fue la vuelta al edén sino a la
lucha por salvar bosque y manantial; es decir, la vida del poblado llamado
Zacacuautla. A cambio de agresividad y temor ante amenazas de los talamontes,
Fili encontró un ambiente de solidaridad y compañerismo en el poblado, sobre
todo de mujeres, firmes en la primera línea, y también de varones que la han
acompañado en variados trances.
En ese medio, vida rural-campesina y
ya con modalidades urbanas, la existencia de Fili se trastoca por la violencia imperante en todo
México en general y la de Zacacuautla en particular pues están latentes las
amenazas de caciques, talamontes y aun de secuestradores que operan en medio
del caos prevaleciente. Recientemente fue detenida una banda en Acaxochitlán que, mediante secuestro
exprés, pedían rescate de sus víctimas; al jefe se le vio rondar en zonas
cercanas a Zacacuautla y en la misma población. Señala el escritor Sergio
González Rodríguez “Cuando se registra una amenaza integral, el pasado se
agudiza, ya que disgrega el sentido de lo inmediato y absorbe el porvenir”,
ello no inhibe a quien vincula su destino, incorporando
pasado-presente-porvenir, al lado de humilladas y ofendidos que mantiene su
apuesta por la vida, con riesgo de
muerte, en la defensa de bosque y manantial.
Ahora, con una segunda lengua que
sigue aprendiendo, Fili transita de campesina a sus orígenes indígenas pues
hablar las lenguas indias implica penetrar en una cultura, en valores, una
forma de pensamiento y en una cosmovisión del mundo diametralmente opuesta a la
visión occidental. Dice Carlos Zolla: “La cosmovisión indígena tiene un claro
origen agrícola; en ella el medio ambiente (el territorio real y simbólico) es
un factor fundamental… en el que no existe una separación entre naturaleza y
cultura, orden natural y orden social, individuo y sociedad”. Ese es un reto
mayúsculo de quien hija de campesina –habiendo transitado variados universos
urbano-campesino-hablante indígena- se aproxima, o ya está inmersa, en el
horizonte del México profundo.
Ezequiel Maldonado L.,
profesor-investigador UAM, Azcapotzalco.