L@s trabajador@s nos encontramos frente a una etapa que podría resultar decisiva para el pueblo en general pues de la capacidad de organización y combate que logremos generar dependerá la posiblidad de detener el proyecto neofacsista que, a pesar de sus pretendidas diferencias, comparten todos los partidos políticos que constituyen al actual régimen, así como la mayor parte de la burguesía nacional. Un proyecto comandado por el capital norteamericano y que tiene como ejes la guerra, la explotación, el despojo, la represión y la discriminacón.
Habremos de tener claro que dicho proyecto no es sólo la frenética aventura de un loco obsesionado con mantenerse en la silla presidencial, es principalmente una parte importante de la estratégia integral del capital norteamericano para preservar su posición hegemónica y sortear la crísis que aún sacude al capitalismo mundial. Su intención es la de implementar una guerra que como tal funcione como negocio, que les garantice el control de las riquezas naturales, incluyendo los energéticos, el agua, la tierra, etc. y como medio de control y reordenamiento social.
Tanto el capital mexicano como la clase política se han plegado a ese proyecto, por lo que recae en las clases subalternas la posibildad y responsabilidad de detenerlo, para lo cual es necesario el ejercicio de las diversas prácticas de resistencia civilistas. Sin embargo, éstas no son suficientes pues se requiere desarticular por completo el dispositivo de guerra y terror que se ha instaurado, es decir, se requiere desplegar el máxmo nivel de organización y combatividad.
La historia del pueblo mexicano nos muestra que en diversos momentos se ha desarrollado la capacidad de generar poderosos procesos sociales que han sacudido por completo las estructuras de dominio y explotación que se han erigido sobre el pueblo. Y también de nuestra historia es necesario extraer como lección que en los momentos más críticos ha resultado indispensable la participación activa y resuelta de la clase trabajadora.
Habremos de tener claro que dicho proyecto no es sólo la frenética aventura de un loco obsesionado con mantenerse en la silla presidencial, es principalmente una parte importante de la estratégia integral del capital norteamericano para preservar su posición hegemónica y sortear la crísis que aún sacude al capitalismo mundial. Su intención es la de implementar una guerra que como tal funcione como negocio, que les garantice el control de las riquezas naturales, incluyendo los energéticos, el agua, la tierra, etc. y como medio de control y reordenamiento social.
Tanto el capital mexicano como la clase política se han plegado a ese proyecto, por lo que recae en las clases subalternas la posibildad y responsabilidad de detenerlo, para lo cual es necesario el ejercicio de las diversas prácticas de resistencia civilistas. Sin embargo, éstas no son suficientes pues se requiere desarticular por completo el dispositivo de guerra y terror que se ha instaurado, es decir, se requiere desplegar el máxmo nivel de organización y combatividad.
La historia del pueblo mexicano nos muestra que en diversos momentos se ha desarrollado la capacidad de generar poderosos procesos sociales que han sacudido por completo las estructuras de dominio y explotación que se han erigido sobre el pueblo. Y también de nuestra historia es necesario extraer como lección que en los momentos más críticos ha resultado indispensable la participación activa y resuelta de la clase trabajadora.
Durante la revolución de principios del siglo pasado, el gran esfuerzo y sacrifcio de cientos de miles de personas, principalmente indígenas y campesinos, nunca logró crear el vínculo necesario y la sincronía con los trabajadores, de tal manera que luego de años de lucha el desgaste de las clases subalternas permitió que las cosas cambiaran para que siguieran mas o menos igual, con las mismas escasas familias poseedoras de la riqueza del pueblo y, aunque con algunos derechos sociales conquistados, prevaleció el mismo sistema de explotación, despojo, represión y discriminación que padecemos hasta ahora.
A pesar de la aparente pasividad social, la indignación y la rabia provocadas por la guerra de Fecal han comenzado a manifestarse en sectores cada vez más amplios de la sociedad y éstos se van encontrando en el camino con las luchas de resistencias que desde hace tiempo se vienen construyendo en el México profundo de abajo y a la izquierda. Los contingentes sociales que de manera diversa han ido identificando al capitalismo como el enemigo común y que por lo mismo han sufrido la dura represión ahora confluyen con un amplio movimiento social que de manera lenta va saliendo de la estupefacción ante el cinismo y el terror del actual régimen. Esta convergencia es aire fresco para la conciencia y el ánimo de la sociedad y abre nuevas perspectivas para detener la guerra de Fecal y para impulsar un verdadero proceso de liberación nacional, lo cual, insistimos, únicamente será posible si somos capaces de generar como clase trabajadora, la conciencia, la organzación y la combatividad que estos tiempos nos demandan.
Ello parece sumamente difícil considerando la escasa resistencia que hemos opuesto ante los ataques de la clase poseedora y su clase política contra nuestr@s herman@s del SME, ante al intento de reforma laboral que echaría abajo los escasos derechos con los que contamos. Sin embargo, pese a sus limitaciones l@s trabajador@s del SME aun resisten, de igual forma l@s maestr@s de la CENTE y los trabajadores mineros.
Pasar de las actuales condiciones a la constitución de una fuerza social vigorosa representaría un salto para la clase trabajadora. Un salto que nos llevaría a conquistar condiciones de organización e independencia con res-pecto al Estado y sus partidos. Un salto que será el resultado del esfuerzo de las pequeñas y grandes organizaciones anticapitalistas consecuentes, entre las que se encuentra la Otra Campaña.
No existe otra alternativa, preparémonos para dar ese salto necesario. |